jueves, 26 de febrero de 2009

The lake isle of Innisfree

Éste es un poema de Yeats, que he traducido y que me gustaría compartir con vosotros :)

The Lake Isle of Innisfree

I will arise and go now, and go to Innisfree,
And a small cabin build there, of clay and wattles made:
Nine bean-rows will I have there, a hive for the honey-bee;
And live alone in the bee-loud glade.

And I shall have some peace there, for peace comes dropping slow,
Dropping from the veils of the morning to where the cricket sings;
There midnight's all a glimmer, and noon a purple glow,
And evening full of the linnet's wings.

I will arise and go now, for always night and day
I hear lake water lapping with low sounds by the shore;
While I stand on the roadway, or on the pavements grey,
I hear it in the deep heart's core.


La isla del lago Innisfree

Me levantaré y me iré ahora, iré a Innisfree,
y construiré una pequeña cabaña de arcilla y zarzos:
nueve hileras de judías tendré allí, una colmena para las [abejas,
y viviré solo en un claro de abejas bullicioso.

Y tendré cierta paz, pues la paz cae lentamente,
goteando desde los velos de la mañana hasta donde canta el grillo;
allí la medianoche es una luz tenue y el mediodía un [brillo violeta,
y el atardecer está lleno de alas de jilguero.

Me levantaré y me iré ahora, pues siempre, día y noche,
oigo el agua del lago que lame la orilla con leves sonidos;
cuando estoy en la calzada o en las aceras grises,

lo oigo en lo más profundo del corazón.


Los lectores de Walden notarán que Yeats fue un buen lector de Thoreau ;) Ha sido dificil, éste es uno de los grandes... Quizás este poema me sobrepase

domingo, 22 de febrero de 2009

Cartas a tu corazón

Era una tarde de primavera. El sol ya empezaba a despedirse cuando ella se asomó por la ventana. Dos años después, no había vuelto a saber nada de aquel chico que se llevó su amor. Llamaron a la puerta y la joven abrió. Era un señor anciano del pueblo que, al parecer, traía una carta muy estropeada que se había perdido hace años al intentar entregarla. Cogió temblorosa la carta, observó el nombre del destinatario y la apretó con fuerza contra el pecho. Databa de 1939, fecha anterior a las otras cartas que guardaba en su mesilla. La abrió, no sin derramar pequeñas lágrimas, y con toda la dulzura de su voz leyó en voz alta:


Última carta:

Diciembre de 1939

A ti que de mí estás tan lejos o tan cerca, a ti que eres la espera de mi tardanza. Estas palabras son tuyas, cuídalas. Y si tu corazón duda, dile que me abra un instante la puerta e introduciré en él toda la tinta que me quede. Te escribo desde un sitio indescriptible, pero no padezcas, este lápiz solo escribe para ti. Sería cruel que gastara segundos en contarte lo que veo ahí fuera, lo que veo dentro de mí es más sincero y bello. Diga lo que diga el tiempo, sólo soy preso de un único sentido: tu amor. Y ahora adiós, mi vida, ya vuelvo a escuchar aquellos tiros de metralla…

viernes, 20 de febrero de 2009

Cartas a tu corazón

Carta cuarta, quinta y sexta:

Mayo de 1943

¿Es la luz madre del día y la noche su vejez? Pues tú, vida mía, eres de día y de noche mi Aurora. Y aunque las nubes se rieran de nosotros, pues tienen envidia de nuestro amor, y nublaran el cielo, tu luz formaría el arco iris más poderoso para que me iluminara. Y la lluvia ¡Oh, cielos! Que caiga la lluvia y se convierta cada gota en besos tuyos; que yo me inundaré con todos ellos hasta ahogarme. Pero por ahora le suplicaré al viento que sople en tu presencia para que, mientras en tu ventana observas el cielo, conduzca tus suspiros hasta mis suspiros y juntos asciendan al cielo para unir cada estrella que mires. Que si tú, dormida o despierta, pensaras en mí, mi descanso sería velar esos pensamientos para poder dormir…

Febrero de 1944

Que débil cae la lluvia, que lento es su goteo. Cada segundo parecen diez y diez veces diez cada minuto. Sin ti los días no son días y no sabría decir lo que son; porque tu ausencia oscurece el ambiente y lo hace todo más sombrío. Mi cabeza, sombras, sombras. Pero son oscuridades tiernas cuando te escribo, cuando recuerdo aquel primer beso en la oscuridad de la noche y cómo buscabas a tientas mis labios. Si… No cambiaría ni un solo paso de los que dimos cogidos de la mano, pero cambiaría todas las pausas de nuestro caminar para seguir avanzando y no soltarnos nunca. Y si tuviéramos que retroceder, iría a tu encuentro mucho antes y enamorarme y enamorarte antes de lo previsto por el cielo. Mi cabeza, nubes, nubes. No entienden de amor los inmortales, sólo los que, como tu y yo, siendo mortales convierten el amor en inmortal.

Agosto 1944

Escucha, mi amor, soy yo, estoy aquí, me he colado en un sueño ¿Soy yo el que duerme? No importa, pero no digas nada, calla, bésame…

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cartas a tu corazón

Carta tercera:

Octubre de 1942

Que frágiles son las hojas de los árboles. Es otoño. ¿Recuerdas aquellos besos paseando por el robledal antiguo? Era otoño de amor. Ojalá fuera tan libre como las hojas y el viento pudiera arrastrarme hasta tus brazos, rozar tu pelo y abrigarte cuando tengas frío, pues no te cures de guardar tu cuerpo al atardecer, que es fresco por naturaleza y se llevaría consigo tu calor. Él es mi rival por tu hermosura.
Y que vacío se extiende donde la vista alcanza, callan los árboles y los hombres y pienso en ti entre el silencio. Echo de menos tu silencio cuando nos miramos a los ojos, cuando nuestros labios se unen, cuando te enfadas o cuando te marchas, pero ¿Qué ruido es ese? ¡Dulce ruido! También echo de menos tus latidos contra mi pecho, tu voz y tus pasos presurosos por tocarme. Así alimento cada herida, con silencio, con palabras del alma y con cada huella que dejaste en mis recuerdos. Y aunque estas palabras se perdieran en su curso y el tiempo y la erosión consiguieran borrarlas, incierta sería mi vida, pero jamás se rendirá tal sentimiento, el cual buscando en cada rincón estas cartas, absorbería hasta la última letra de amor y las llevaría hasta tu corazón para que las leyeras.

lunes, 16 de febrero de 2009

Cartas a tu corazón

Carta segunda:

Enero de 1941

¿Qué maestro podría enseñarte lo que siento? ¿Qué poeta o qué escritor lo escribiría? ¿Qué sentido tiene todo esto si no es volver a verte? ¿Qué hombre o qué Dios no te buscaría con la mirada en el ocaso? ¿Cuál de las rosas o de los lirios se marchitaría si estuviera en tus manos? Buenos y malos, malos y buenos ¿Cuál es la verdad y cuál la mentira? ¿Es la fuerza el remedio? Pero, ¿Acaso el amor, como las aguas, crecería si no hubiera una fuerza invisible que lo empujara? ¡Qué argumento! Tal es la fuerza de nuestro amor.

sábado, 14 de febrero de 2009

Cartas a tu corazón

Carta primera:

Junio de 1940

Si pudiera llegar hasta ti y fundirme entre tus besos, sería fácil tocar el Sol sin ni siquiera quemarme. Y es que rozarte supone quemar todos los temores de mi corazón, pues en él no hay sitio para las preocupaciones, tú ya ocupas hasta el último tejido que lo forma. Cuando veo tu rostro ya no se si estoy dormido y sueño o son reales esos ojos que me traspasan el alma, porque es cierto que te necesito cuando sólo entre palabras me recreo y me pregunto quiénes somos en este juego de amor que tanto desvela a mis sentidos. No es verdad que la distancia sea rival en la partida, pues me vasta tu promesa; y si caminar a tu encuentro es mi destino yo le daría a los kilómetros mil gracias; que más ayuda lo justo que lo fácil y más gana el agradecido que el agraciado. Y si el sentido de la aurora es crecer y declinar en el horizonte al mismo tiempo, así como la vida, yo quebraré su significado hasta suprimir toda frontera, pues el fuego que alimentas no se apagará con el tiempo, devastador para el hombre, ni con la lluvia del cielo, ni el viento del mundo. ¡Qué eternidad recorre lo infinito! Porque eterna es la infinidad de nuestro amor, como una cuerda que uniera cada extremo del espacio. Dichosa belleza, ¡Qué hermosa! La naturaleza es perfecta si eres natural, perfecta es la nota que de tu boca sale, perfecta es la imagen, real o imaginaria, que tus ojos miren, perfecta es la imperfección cuando eres imperfecta ¡Qué mundo imperfecto! Y qué bonito y qué complejo el mundo.

sábado, 7 de febrero de 2009

Discurso a la ciudad

-Señores, señoras, me dirijo a vosotros con la misma determinación que lo hago conmigo mismo. ¿Os dicen algo aquellas siluetas rojizas bajo los árboles alimentadas por el sol? Su despertar ya ha perdido significado en nuestra mirada. ¡Al norte, al norte! El horizonte espera silencioso, magnífico y espléndido. Pero, ¿Cómo avanzar si hemos perdido el rumbo natural de nuestros pasos? Vosotros, ciudadanos; allí amantes, allí trabajadores, allí músicos o quizás poetas y escritores, tenéis en vuestros besos fugitivos la ternura, tenéis en vuestras manos el esfuerzo, en vuestros acordes la armonía y en vuestros versos la palabra.

Cae armoniosa en mi regazo la pregunta
Que pía bajo los árboles del viejo bosque.
Demasiado silencio a los lados del camino,
Temblorosas dudas ante el duro roble.
Dicen más del horizonte mis palabras,
Que el propio cielo de sus blancas nubes.
Dejemos florecer en su esplendor a la belleza
Bajo el manto de mil estrellas plateadas,
Sin dejar atrás el sentido de vuestra presencia;
Pues estáis rodeados de mundo de Norte a Sur,
Pero, ¡Alto! Parad e inundaos con vuestras respuestas,
El horizonte ya está iluminado, ¿Lo está el vuestro?
Al fin y al cabo el sol, como las cosas, sale a nuestro encuentro
Por el Este, y busca su humilde fondo en el Oeste.

-Porque, además, ciudadanos del mundo, no os pertenece el dulce canto de la Tierra ni la más profunda hondura de su cuerpo. Acunemos, pues, en nuestros brazos su belleza, que no se resigne la razón en las paredes del pensamiento. ¡A lo lejos! Mirad cómo colindan la virtud y el arte, naturalezas propias que culminan más allá del entendimiento. Veo en vuestros ojos tanto vicio como en los míos; siento en vuestro parpadeo la indiferencia y se escuchan tardíos los latidos. Apartad esa parte que, siendo también de sustancia natural, se identifica con nosotros y nos hace imperfectos. ¡Pero cuánta perfección en esas lágrimas que se precipitan por la inercia en las llanuras! El leve susurro del viento hace temblar las hojas como cualquier caricia de un amigo y una luz sincera ilumina el cielo como vuestras miradas el caminar de un niño. Mundo, ¿Nuestro? No, nosotros suyo.

-¡Qué más deciros, ciudadanos, amigos! Para nada intento persuadiros, sino más bien al contrario, medid mis palabras, juzgad mi voluntad sin olvidaros de juzgar la vuestra antes y, si el corazón aún fuera contrario a lo que digo, levantad la cabeza y mirad con el alma aquella bóveda cromática que describe el arco iris.

domingo, 1 de febrero de 2009

El niño y su vejez

XIII

En orillas templadas descansa el tiempo
Que arrastran las olas en su seno celeste,
Meciendo la vejez entre el golpeo
De la espuma en las rocas de la playa.
El niño, ya corriendo por la arena
Tras juegos de la niñez temprana,
Ya salpicando en el agua con el rostro dichoso,
Mira el horizonte, que se extiende inmenso
A las miradas de los hombres,
Y le sugiere un nuevo patio de recreo,
Donde dejar a la deriva sus sueños inocentes.
Aún posee su mirada el vivo brillo del nacimiento,
Como un nuevo surgir de las estrellas,
Sin que la virtud natural de la edad le enturbie el ánimo.
¿Cuándo podrá caminar despreocupado sino ahora?
Cerca de él, una anciana de ojos pálidos
Lo observa en silencio pensativa.
Al otro lado, quizás en otras orillas,
Esperan caminos que ni la vista ha recorrido
Y otro niño, erguido ya, se burla de las olas
Que chocan a sus pies sin conseguir tumbarlo.

Más yo alzo el canto sincero del corazón.
El órgano, que palpita –como el tiempo– en el interior
De los cuerpos y nos brinda amores y pesares
Propios del hombre, me resulta hermoso.
Su latir anega en toda alma el deseo
De algo íntimo que continúa sin fin.
Escuchad los cuentos que arrastra la memoria:
Nosotros también hemos sido infantes
En edades borrosas de otros tiempos.
Pero no tan perdidas si aún el entendimiento
Arremete con firmeza en las murallas;
No tan lejanas si sus significados
Pasean como antaño en nuestros días.
¡Oh, enfermedades ladronas del recuerdo!
Os temería más ahora que siendo un pobre viejo,
Pues éste, ya olvidado de vuestros daños,
Se entrega con tranquilidad a sus oficios.

El compás se balancea en las miradas
Con un débil brillo visionario,
Igual que los astros a lo lejos
Giran enormes en torno del espacio.
¿Cómo puede el pensamiento, toda idea,
Extenderse más allá del conocimiento?
¿Acaso el infinito envejece, desgastándolo los años,
O carece de eternidades impensables
Y tiene su fin y su principio en algún lugar o muere?
Hay algo en estas naturalezas que me es familiar.
No puedo pensar sin preguntarme
Cómo es que pienso siquiera o si el pensar es la llave
De la existencia más humana.
¡Ay, niño! ¿Dónde están tus dudas?
El oleaje las empuja a inteligencias más sabias.
La incertidumbre se pasea por el mundo
Como las nubes viajan tendidas en el cielo.
Una voz susurra en secreto palabrerías
De sincera esencia, de raíz profunda.
La quietud interrumpe el eco de las olas
Que se lanzan en tropel a la aventura:
Siento amor a esa vejez venidera,
Las flores aún se abren con una ternura mágica
Y el blanquear de los años me sigue siendo amable.
El niño se burla todavía de las olas…


Siento que algo en mi interior se queda atrás y siento que está unido de tal forma a mi corazón y que ha significado tanto para mí, que jamás podría olvidarlo.