viernes, 3 de abril de 2009

Palabras en tiempos de guerra

A estas alturas de la noche, mientras el pensar en ti se ha convertido en mi descanso y escribirte me contenta, empiezan a despertar las glorias de un nuevo día. Un amanecer más que ilumina con broches rojizos los objetos o, tal vez, ya te has despertado y eres tú la que ilumina mi sonrisa en este campo de batalla lleno de letras en columnas formando el ejército más poderoso de la creación: el amor, tu amor, aquí, allí, tu amor en todas partes.

Estudio las palabras para dominar esa estructura que recorre tu cuerpo y acelera mi respiración en el crepúsculo de cada latido, esa rima que forma tu voz en las profundidades del sentimiento mismo, esa métrica perfecta que precisa la literatura y que está presente en tus miradas de ternura infinita. Escribo las palabras para fundir con el tiempo todo aquello que me haces sentir y perderme entre esas líneas estilográficas del amor y nadar entre la profundidad de todos estos segundos a tu lado; es más, me hundiría entre tus brazos para burlarme del deseo, apoyaría mi cabeza en tu pecho y así escuchar minuciosamente cada “golpecito” de tu corazón: quizás consiga robarle que me amas. Anhelo las palabras en abundantes trazas esculpidas de tus labios y que rocen los míos con la dulzura más elevada de este mundo. Sueño las palabras y las encierro en una de aquellas prisiones metafóricas del alma, donde mi pensamiento te dibuja para que mis fantasías se sacien en los sueños y el despertar me siga siendo amable. Susurro las palabras al silencio que me escucha en la lejanía omnipresente de la noche, las suspiro mientras observo cómo las estrellas ocupan estratégicamente un determinado lugar en el espacio y cómo brillan, cómo me miran con superioridad y cómo, aún así, no quieren dejarse ver sobre tu ventana: el cielo no ha sido creado para ellas, sino para cubrir de perfección tus movimientos y concederle infinidad al horizonte de tus ojos. Si yo pudiera otear con claridad esas enormes extensiones, si el amor no me incitara a la pasión cada vez que tus pupilas me desarman, si la guerra entre nosotros estuviera ya declarada y las balas hirieran dulcemente mi cuerpo, el amor sería tan sublime como ese cielo que te rodea. ¡Ah, si fuera yo ese cielo y de igual manera te rodeara con mis brazos! Sin ti, mi amor, soy un poeta sin armas, un guerrero sin versos; contigo versos y armas son lo mismo, la misma esencia encantadora que recorre con lentitud cada rincón remoto de tan abstractas cimas, pues en las alturas de las abstracciones está lo desconocido de tus pensamientos, allí donde vuelan libres tus sueños y tus secretos se esconden sigilosos entre las montañas como el sol que se apaga al despuntar tus párpados cansados de la actividad del día. Sólo por andar esos caminos que has andado, sólo por escribir las palabras que no has leído, sólo por tocar el cielo, sólo por ponerme de puntillas y mirar el mar enamorado de las olas, me uniría a tu cuerpo hasta fundirme en tus ideas, hasta rozar tu piel con el corazón y beber contigo en la misma fuente sellada por mil besos de eternidades fugitivas.

Cuando la noche cae en el olvido como ahora, no puedo olvidar que una noche te cogí de la mano y te besé y te abracé y te volví a besar y el tiempo en que no te besaba se me hizo largo. Suenan a lo lejos dos himnos en este campo de batalla, dos balas han impactado en la misma roca, dos manos se entrelazan en la oscuridad del enfrentamiento y se alejan hacia el alba caminando.

1 comentario:

  1. Preciós y... "Sin ti, mi amor, soy un poeta sin armas, un guerrero sin versos" M'encanta *__*

    T'estimo, moltíssim :)

    ResponderEliminar

Hola. Gracias por visitar el blog :) Espero que te haya gustado, puedes dejar aquí tus comentarios.